JAPóN
Escribir de viajes se me antoja complicado. Sobre todo existiendo gente que lo hace tan bien. De hecho, aunque últimamente he viajado más que nunca: Colombia, México, Suecia, China o Hong Kong; no he sentido la necesidad de plasmar sensaciones en el blog hasta que viajé a Japón y cambió la cosa, una maravillosa aventura que emprendí junto a Irene, mi mujer.
Cuando el tsunami de la globalización arrasa culturas y herencias históricas estandarizándolo todo, toparte con una idiosincrasia y personalidad tan arrebatadora como la nipona, te hace retomar cierta confianza en que aún existen mundos paralelos y en que todavía no somos todos clones. Entrar al detalle de los lugares que visitamos en casi esos 10 días, como por supuesto los míticos Shibuya, Shinjuku, Akihabara o Ginza, templos maravillosos como Senso Ji, Meiji Jingu o el impresionante Fushimi Inari, visitas como las que hicimos al The Osamu Tezuka Manga Museum en Takarazuka, emocionante a más no poder, y donde pude disfrutar del universo del autor de uno de mis personajes fetiche del comic de todos los tiempos, Astroboy, y de mi novela gráfica favorita Adolf.
Hemos comido el mejor sushi de nuestra vida en Ginza Kyuubee regado con sakes espectaculares, o comido viandas maravillosas a pie de calle en mercados como Tsukiji o Nshiki. Y por supuesto compras. Hoy por hoy, el país con mayor nivel de shopping que nos hemos encontrado, superando, y sin rubor, a ciudades como Londres o NY en tiempos de lo global, de airbnb y la pérdida de identidad. Hemos visitado tiendas increíbles como Okura en Tokyo, Ichizawa Shinzaburu Hanpu en Kyoto. En Osaka estuvimos poco tiempo, pero suficiente también para caer rendidos ante su oferta.
En las calles de Japón se respira civismo, orden y limpieza. Mucha limpieza, que cuando sales de nuestro querido Madrid, donde la mugre campa a sus anchas por aceras en formato de restos biológicos de perros, contenedores de reciclaje reconvertidos a urinarios, o restos de juergas nocturnas que se mantienen durante días; pasear por esas calles impolutas se agradece, y mucho. No hay prácticamente papeleras porque básicamente consideran que eres tú el que te tienes que responsabilizar de la basura que generas, de hecho, llegamos a estar horas con un papel en la mano a la búsqueda de un sitio donde tirarlo. Hay espacios privados donde se puede fumar (¡tu eliges!), pero esta prohibido fumar en la calle (¿Por qué tengo que ir tragando tu humo?).
Sorprenden sus infraestructuras, el metro, el sistema de trenes para desplazarte por el interior del país, la amabilidad innata y respuesta de sus gentes, reflejada en esa constante ceremonia de reverencias entre unos y otros, del uso constante para empezar o finalizar cualquier cosa: Arigato, gracias, esa palabra que tanto dice, pero que muchas veces cuesta escuchar.
Por supuesto también tienen cosas complicadas de entender, como las innumerables salas de juegos de Pachinko, una extraña fusión entre las tragaperras y el pinball, donde la gente pasa horas bajo un ruido de bolitas de acero ensordecedor y una densa cortina de humo de tabaco. Parece ser que el juego está prohibido y penado en el país, así que el Pachinko supone una estrambótica triquiñuela donde los premios no son dinero, sino objetos y productos como secadores, detergentes, café soluble o material para dibujar, que en un local cercano pero secreto puedes “revender” a precio de oro. Lo que es evidente es que debe enganchar y mucho, dado el increíble numero de salas, algunas auténticos mastodontes arquitectónicos con varias plantas.
Doy por hecho que esta primera incursión al país del Sol Naciente, mientras soñamos y fantaseamos con la siguiente; igual nos ha servido para conocer y disfrutar de un 0´000000001 de sus posibilidades y ofertas, pero puedo asegurar que lo hemos disfrutado y mucho. Como comentaba al principio de estas líneas, cuando piensas que lo sorprendente empieza a escasear, que la reconversión globalizadora del planeta Tierra es ya un triunfo de las grandes corporaciones, conocer de cerca una cultura así y disfrutarla, supone un gozo inigualable y casi casi indescriptible, bueno, espero que con esto un poco sí.