UN FULANO LLAMADO ÁLVARO DE LAIGLESIA

              La presencia en la biblioteca familiar de un libro llamado “Yo Soy Fulana De Tal” (1963), siempre me produjo una mezcla de curiosidad y extraña excitación. De alguna manera, en la mente de un niño, un título así rozaba casi la pornografía, como lo hacía el omnipresente compendio “Vida Sexual Sana”. del Doctor López-Ibor en los hogares españoles.

              El autor, el donostiarra de nacimiento y madrileño por conviccion Álvaro De Laiglesia, era uno de los favoritos de mi padre, adicto a su obra, pero sobre todo lector compulsivo, mientras duró, de esa genialidad impresa, en pleno franquismo que era “ La Codorniz” . Fundada en su momento nada más y nada menos que por el dramaturgo Miguel Mihura en 1941, y que De Laiglesia tuvo a bien dirigir durante más de treinta años. A parte de la direccion,también de su pluma superdotada nació el subtitulo que llevaba en cada portada : «La revista más audaz para el lector más inteligente». Aun hoy, el humor y honestidad que rezumaba en sus páginas se mantiene intacto en los textos de Rafael Azcona, Pitigrilli o Alfonso Sánchez, junto a las viñetas de un incipiente y ya genial Forges, Chumy Chúmez o Gila entre otros…más que recomendable su lectura.

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          Volviendo a Don Álvaro, el caso es que un servidor creció; y acompañando a la inevitable y temporal “negación al padre”, vino la negación a todo lo que había en  casa. Todo lo que en teoría me interesaba, literatura incluida, si en algún sitio no estaba era en el hogar familiar, sin contar naturalmente, con esa trinchera emocional que constituían las cuatro paredes de mi habitación. Bueno, pues hace unos años, disfrutando de una nueva edición de la “Feria del Libro Antiguo y de Ocasión” que se realiza en el Paseo de Recoletos; rebuscando entre libros, me topé con un ejemplar de “Yo Soy Fulanita De Tal” , con esa maravillosa portada firmada por Rafael Munoa - un grandísimo ilustrador pendiente de revindicar-  que me provocó una cascada de recuerdos e imágenes de mi infancia a modo de fogonazo. Naturalmente me lo llevé junto a otras apetitosas adquisiciones de esas que huelen a papel viejo y a años de hogar, en las que además, con suerte, encuentras una tarjeta, una postal o cualquier otro recuerdo del que en su momento debió ser su dueño primigenio, lo que dota, a la compra, de una dosis extra de fantasia.

            Tras unos meses en la, siempre atiborrada, mesilla de las lecturas pendientes, un domingo por la tarde, de esos tontorrones, me decidí a hincarle el diente, y vaya si lo hice. En el segundo párrafo, ya estaba completamente abducido con esta supuesta autobiografía de Fulana, una señorita de compañía, que lejos de la sordidez de la prostitución, formaban parte del paisaje nocturno de la España de mediados del siglo 20, junto con el descorche, las salas de fiestas y las Boites (léase así: Boite, no nos vengan ahora con afrancesamientos diría De Laiglesia). Sus tronchantes aventuras y desventuras, descritas de manera magistral, donde el ingenio y la espontaneidad se dan la mano, y en las que el costumbrismo más atinado brilla en cada línea. El inicio de un flechazo sin remisión ante la obra de un genio,  un súper dotado de inagotables recursos literarios.

            Su bibliografía está totalmente descatalogada de momento, aquí lo dejo señores editores, sobre todo de la editorial catalana Planeta que editaron en su momento prácticamente toda su obra. Lugares como El Rastro o similares, las ferias de libro o las webs de colección, son la única fuente posible de adquisición de ésta.

            Por mi parte ya he dado cuenta de algunos que no han tardado en ser disfrutados como “Un Náufrago En La Sopa” (1944), “Todos Los Ombligos Son Redondos” (1956), la desternillante colección de relatos breves titulado “Los Hijos De Pu” (1979), el irreverente y ácido “Tachado Por La Censura” (1962), “Tu También Naciste Desnudito” (1961), la secuela brillante “Fulanita y Sus Menganos” (1965), y el culmen de títulos divertidos “¡Qué bien Huelen Las Señoras!!” (1958). A parte del ingenio más que demostrado en el interior, destaca la agudeza para titular y el exquisito gusto para elegir a los diseñadores de sus portadas como Mingote, Jano o Munoa, que también son parte fundamental de este cocktail (léase cocktail, no me vengan con anglicismos) literario sublime.

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Por mi parte seguiré rebuscando para hacerme con todo lo que pueda de su obra original, más de 40 libros por cierto, el último “Mama, Teta” publicado en  1981. Ojalá las generaciones venideras recuperen  a autores de esta valía contrastada, que supieron bregar en los años difíciles de la censura franquista, de esa España gris y cohibida, aportando dosis de humor e ironía ante el panorama en el que se vivía, haciendo, seguro, la vida más divertida a más de uno.