RECORD RUNNER

Este texto se publicó originalmente en el libro PLÁSTICOS, Un recorrido gráfico por la memoria y el presente de las tiendas de discos, editado por La Fonoteca.

Atravesar la galería comercial que une San Bernardo con la calle Isabel La Católica, antes de que fuera “Chinatown”, era una auténtica expedición a un mundo fascinante. Sobre todo a finales de los 80, y esos primeros 90 alli estaba la tienda de Sardi, el creador del sello “Spansuls”, con un escaparate repleto de reliquias y piezas de colección, que siempre se escapaban a mis posibilidades, alguna vez entraba a rebuscar en las cubetas, pero en realidad era por el placer de pasar un rato con alguien que había publicado discos de “Tos”, “Larsen”, “La UVI” o “Eskorbuto”. En los bajos, la sala “Rock Club”, durante una temporada la sala con más solera  del foro y testigo de un montón de noches inolvidables.  Allí vi tocar a “Desechables”, “Ángel y las Guays”, “Dr.Petaco”, “Fuzztones" y a otros cuantos que mi memoria ha sepultado irremisiblemente. Allí vi pinchar muchas noches a Iñigo Munster, y allí conocí a seres fascinantes como Murky “Patrullero Mancuso” acompañado de su inseparable, y siempre recordada Eva “Solex”.  


Y al fondo “Record Runner”, la tienda de Pepe Ugena. Pepe había sido parte más que activa de la explosión musical en el Madrid post-dictadura, y a él le debemos, entre otras muchas cosas, el haber  podido disfrutar de conciertos de bandas como Paul Collins Beat, Miracle Workers, Elliot Murphy o las huestes y encarnaciones de Peter Zaremba. Siempre jugándose su pasta, su patrimonio, para uso y disfrute de la humanidad. 


“Récord Runner”, la tienda por la que apostó tras su paso por Repsol, era más que una tienda de discos. De entrada, detrás del mostrador, siempre había gente que sabía de lo que hablaba. Allí aprendí muchísimo de Ladis Montes, que alternaba con destreza dos de mis temas favoritos: la música y el Atleti. El mítico coleccionista “Pali”, algo así como una precuela de lo que fue luego “Discogs” pero en clave humana, “El Chori” bajista de “Los Elegantes”, Jimmy de “Sex Museum”…. Además, estaba la fauna habitual, lo que venían a ser los parroquianos del momento, que alternaban camisetas de rayas con
camisas de paramecios y machacaban el suelo a ritmo de botines con tacón cubano. Manolo Calderón, Luis Mario Quintana, Pablo De la Cruz, los hermanos Ruiz de “El Agapo”, Santi Camuñas,  Fernando Pardo, mi amigo “El Rana”, Kike “Louie”, Javier “Bólido”, y por supuesto, el más grande en todos los sentidos, el inolvidable Kike Túrmix, dando lecciones de garaje escandinavo, sin escatimar entre párrafo y párrafo eructos sinceros con el trasfondo del cocido montañés que se acababa de zampar en “El Boñar”, y que tenía a bien compartir con quien se enzarzara en una conversación con él. Genio y figura. Por cierto, “El Boñar” en Malasaña, otro sitio a reivindicar, que, cuando el colesterol era folklore;  tenía como reclamo regalar un fin de semana en Canarias a quien se lo terminara,


Y por supuesto Pepe, al que por supuesto jamás vi sonreír, o tener una actitud mínimamente cariñosa, pero al que nos sometíamos con gusto y ciertas dosis de masoquismo, cuando nos atrevíamos a preguntarle algo. Sabiduría y actitud a raudales. Ni un reproche, solo agradecimiento eterno.


“Récord Runner” olía a vinilo, se respiraba música por todos lados, lo que sonaba a través de los surcos  que siempre era fascinante, en las paredes repletas de afiches y carteles increíbles, y por supuesto en las cubetas… Anda que no me dejé horas y huellas dactilares repasando uno a uno cada uno de los discos. Allí potencié la querencia por darle la vuelta a los discos y ver quien los había editado, algunas veces “recolocando” alguna referencia con el pensamiento de que nadie se lo llevara hasta que reuniera la pasta para hacerlo yo, cosa que sucedía pocas veces desafortunadamente. Allí descubrí un montón de sellos fascinantes como “Norton”, “Simpathy for the record industry”, “Romilar D”,  “Get Hip” o el propulsado por el mismo Ugena, “Imposible Records”. Tambien fanzines como “Ansia de color”, “La herencia de los Munsters”, “Big Hoss” o “Hiponotic Tales”...


Compré lo que pude, poco porque las posibilidades eran las que eran cuando tienes 17 o 18 años, pero de allí salieron discazos que aún escucho de “The Fleshtones”, “Chesterfield Kings”, “New Christ”, “The Cinycs”, “Morlocks” . “Billy Childish” o parte de mi colección de 7”  la banda australiana por la que bebía los vientos en ese momento; “Hard Ons”, de la que estoy especialmente orgulloso por el esfuerzo que supuso conseguirlos.


Aún hoy en día, paso por esa galería comercial siempre que tengo la oportunidad, evidentemente ya no es la misma en cuanto a contenido, pero el continente sigue siendo ese paraje oscuro, sin apenas iluminación, con ese mármol en el suelo por el que han paseado muchas generaciones, y por el que parece no ha pasado el tiempo. Ni falta que hace.